Que maneras tan bonitas
tienes de mirarme,
aunque mi cara este lejos,
se que piensas en mi,
me envuelvo en tu olor de primavera,
de esas tardes de sol,
de los viajes en carretera,
de la estela de humo
que el cigarro forma,
entonces sonrío.
Puedo pensarme en lágrimas,
puedo pensarte en sonrisas,
y cuando más es el frío,
de esas noches de hielo,
temblando por dentro,
te ensueño y vivo,
el calor retoma mi cuerpo
y lo eleva a donde no hay más,
dónde solo existes tú.
Sobrada caricia,
envidia del abrazo
que tus ojos me dan,
de esa luz que ilumina
no solo mis senderos,
sino también la vida,
esa a veces usurera,
pero que no tiene precio,
que se entrega a ti.
Levanto la voz,
la mirada se dirige
hacia la ventana,
de un bosque talado,
pero que se emborrasca,
para hacerme largo,
el paso a tú corazón;
no pasa ni la sombra,
pero la brisa,
hace que tu olor me perdure,
me llene, me inflame.
En ese momento reconocí mi sueño,
debí saber que el refri funciona,
que no es estática en la tele,
que al radio no le llega la onda,
que tus zapatos no estaban,
que tu silueta no se dibuja en mi cama,
debí darme cuenta
que no vivimos bajo el mismo techo
y en ese momento despertar.
Para qué cuento o digo o grito,
si ella ahora no esta a un lado mio,
el colchón es muy frío,
más frío que las noches sin ti,
el insomnio me vuelve,
largas madrugadas donde no sale el solo,
simplemente por que no estas a un lado mio.
La noche no termina,
ni me castiga, ni me habla,
solo vibra un poco más,
me atraganto un poco menos,
mis sollozos me ahogan,
mi almohada reclama lo mojado,
tengo tantas ganas de ti,
de dormir juntos,
de despertar abrazados a diario,
tengo tantas ganas de ti,
de tú sonrisa mañanera,
de tu mal humor
si el calentador se paga,
tengo tantas ganas de ti,
pero tantas ganas,
que muero.
Darío Olguín
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