domingo, 13 de mayo de 2012

Viperinas

Dime todo lo que quieras,
aprendí a escuchar un día
en una solitaria montaña
donde solo mi voz podía hacerme eco;
no me sentía desolado,
es más me sentí poderoso y eterno
como un silbido,
como un rayo de luz.

Creía caminar entre las nubes,
mis pies se hundían
entre pompas de algodón,
más cuando querían enfangar
mi paraíso todo se volvía más suave
y veía desde mis ojos a aquellos,
llenos de fango y sangre;
caída de sus lenguas
que ni ellos nunca controlarán.

A veces reía,
antes me preocupaba,
que pueden decir de mi,
cuando no hay nada bueno
no hay porque hablar,
no hay porque reptar,
solo puedes retar tú suerte
y el revire de lo que sale de tú boca,
que no sabes si se abre
para tomar el alimento
o para destilarte ahora.

Ahora me ocupo de ser mejor,
de seguirme superando,
trato de que no pasen las cosas
que no hice bien más de una vez,
me despellejo y me ocupo,
preocuparme para que,
si no resuelve nada,
no intento tomar tres lugares
y desocupar toda la sala
cuando se que ya no pude hacer.

Ahora bien,
se que soy yo mismo,
siendo yo mismo,
donde las palabras no me hieren,
donde solo existe mi voz.

Darío Olguín

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